El telégrafo y las epopeyas nacionales
Cuando el hombre se emancipó realmente de la materia, fue cuando pudo extender la mano, oprimir un botón con el índice, sin que su movimiento dejara huella; lograr sin embargo, que su actividad fugaz no muriera, triunfar de la muerte, al conseguir que su movimiento se transmitiera al través del espacio y llevara un movimiento, un gesto de su alma, más lejos, a estupendas distancias; esto es, en suma, lo que hizo el hombre cuando inventó la telegrafía. Su alma voló sin alas, conducida en un solo movimiento imperioso de sus dedos sobre la magneta.
Anales de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas 1912.
El 5 de noviembre de 1851 se inauguró el servicio telegráfico entre la Ciudad de México y el pueblo de Nopalucan, Puebla con una longitud de 180 kilómetros
Uno de los maravillosos inventos que trajo consigo el siglo XIX es, sin duda, el telégrafo palabra de origen griego tele, distancia y grafo, escritura, que se interpreta como escribir a distancia. Este aparato tiene su origen en Europa cuando un joven inglés, William Fhotergill Cooke quien asociado con Charles Wheatstone patentó un telégrafo de cinco agujas en 1837 que puso en funcionamiento al año siguiente al instalar una línea entre la estación de Paddington –terminal londinense del Great Western Railway- y West Drayton a lo largo de 21 kilómetros demostrando su eficiencia. En América, Samuel Finley Breeze Morse creó y dio nombre al sistema de códigos de señales de puntos y rayas que interpretan las letras del alfabeto; una vez descifradas las señales, se transcribe el mensaje a mano.1
El 10 de mayo de 1849 Juan de la Granja, oriundo de Balmaceda, España, y naturalizado mexicano obtuvo del entonces presidente de la República José Joaquín Herrera la concesión para introducir a México el telégrafo eléctrico. Fue hasta el 5 de noviembre de 1851 cuando se inauguró el servicio telegráfico entre la ciudad de México y el pueblo de Nopalucan, Puebla con una longitud de 180 kilómetros. Los primeros telegramas fueron mensajes de prensa enviados desde Nopalucan a los periódicos capitalinos, en uno de ellos se anunciaba la visita de monseñor Luigi Clemente, nuncio papal, a la ciudad de Puebla.
"…desde el lunes 10 del corriente (noviembre) se carguen cuatro reales por cada aviso o comunicación que no pase de 10 palabras y una cuartilla por cada palabra adicional…Las cartas o comunicaciones recibidas por telégrafo se entregarán gratis en los parajes a donde vayan dirigidas, no siendo fuera de la ciudad.”2
Juan de la Granja, noviembre 9 de 1851.
Al paso de los años este ingenioso aparato de comunicación registraría dos momentos claves de nuestra historia. El primero se refiere a la invasión del poderoso ejército francés
Al paso de los años este ingenioso aparato de comunicación registraría dos momentos claves de nuestra historia. El primero se refiere a la invasión del poderoso ejército francés en 1862 –el mejor del mundo entonces- que se enfrentó a las tropas nacionales en los fuertes de Loreto y Guadalupe en la ciudad de Puebla. Los días 2 y 3 de mayo el telégrafo consigna mensajes enviados por el general Ignacio Zaragoza solicitando desesperadamente ayuda para librar una inminente batalla desigual: “Si el Gobierno, haciendo un esfuerzo supremo, me mandara violentamente, esto es, de preferencia 2 000 infantes, yo le aseguraría hasta con mi vida que la división francesa será derrotada el día 6…”3
El general Zaragoza erró su cálculo por un día, pues fue el 5 de mayo cuando el ejército francés fue derrotado ampliamente. De nueva cuenta un parte telegráfico es testimonio de esta gran victoria: “Las armas del Supremo Gobierno se han cubierto de gloria; el enemigo ha hecho esfuerzos supremos por apoderarse del cerro de Guadalupe que atacó por el oriente a derecha e izquierda durante tres horas; fue rechazado tres veces en completa dispersión…”4
Poco después, el telégrafo jugó de nuevo un papel clave en otro momento histórico de México como fue el segundo imperio a cargo de Maximiliano de Habsburgo. Durante el sitio de Querétaro, lugar donde se acuarteló el emperador austriaco a partir del 19 de febrero de 1867, se establecieron en sitios estratégicos cercanos a la ciudad queretana siete puestos de telégrafos, el principal en el cuartel del general Mariano Escobedo, con el objeto de notificar el menor de los movimientos del enemigo y de comunicar entre sí a todas las líneas del ejército republicano.
Fue hasta el 15 de mayo de 1867 cuando el general Escobedo envió un par de telegramas al general Ignacio Mejía, ministro de Guerra establecido en San Luis Potosí, y otro al general Porfirio Díaz a cargo del cuartel de Guadalupe Hidalgo donde les comunicaba detalles del asedio final: “…fue hecha prisionera la guarnición de la plaza, que ocuparon nuestras tropas, a la sazón que el enemigo…se replegaba al Cerro de las Campanas, en gran desorden, batido eficazmente por nuestra artillería…como a las ocho de la mañana, se rindió a discreción en el expresado cerro, Maximiliano con sus generales Castillo y Mejía.”5
El término de este episodio histórico se refleja en otro telegrama enviado por Mariano Escobedo al ministro de Guerra: “Son las 7 de la mañana, hora en que acaban de ser pasados por las armas los citados… Sírvase usted comunicarlo al ciudadano presidente de la República.”6
La actividad telegráfica del país fue encomendada, entre otras formas de comunicación, a la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas a partir de su creación el 13 de mayo de 1891.
REFERENCIAS
1 Cárdenas de la Peña, Enrique, El Telégrafo. Historia de las Comunicaciones y los Transportes en México, Secretaría de Comunicaciones y Transportes, México, 1987.
2 Méndez Moreno, Rafael, El telégrafo en el destino nacional, Imprenta Arana, México, 1967, p. 216.
3 Méndez Moreno, Rafael, Op. cit., 236.
4 Revista Telegráfica Mexicana, número 73 (enero-febrero 1973), p. 5.
5 Méndez Moreno, Rafael, Op. cit., p. 271.
6 Ibídem, p. 294.