La exposición permanente “Tintero de la Historia. Cartas que abrieron horizontes” ubicada en el piso 3 del Palacio Postal está conformada por las tres transformaciones de México: la Independencia, la Reforma y la Revolución Mexicana. Cada sala muestra cómo, a través de las cartas, los protagonistas de estos procesos comunicaron sus ideas, dudas y anhelos. Porque antes de cada transformación, hubo alguien que tomó el tintero y escribió algunas palabras. Con el tiempo, éstas se convirtieron en testigo de los pensamientos privados y los grandes acontecimientos públicos. Las cartas no sólo transmiten información: expresan emociones, decisiones y conflictos que transformaron a la nación mexicana.

Además de Leona Vicario, mujeres como Josefa Ortiz Téllez Girón, Dolores Jiménez y Muro, Margarita Maza, Juana Belén Gutiérrez y cientos de heroínas anónimas fueron agentes transformadores a través de sus acciones y sus palabras

La sala introductoria nos recibe recordando que es tiempo de mujeres, por ello, no se puede dejar a un lado el papel fundamental que tuvo la participación femenina a lo largo de la historia. En palabras de Leona Vicario “no sólo el amor es el móvil de las acciones de las mujeres”. Fueron ellas mujeres inteligentes, quienes plasmaron sus ideales en libros, artículos, periódicos y, por supuesto, en las cartas. Además de Leona Vicario, mujeres como Josefa Ortiz Téllez Girón, Dolores Jiménez y Muro, Margarita Maza, Juana Belén Gutiérrez y cientos de heroínas anónimas fueron agentes transformadores a través de sus acciones y sus palabras.

La primera transformación: La Independencia

Estas cartas de esta primera etapa nos muestran que la libertad se escribió primero en los epistolarios, antes de concretarse la independencia

En el México de 1810 inició una revolución social que tuvo varias etapas. En esta sala, se observan las reproducciones de las cartas intercambiadas entre Miguel Hidalgo y el intendente de Guanajuato José Antonio de Riaño. En una carta, el cura Hidalgo le menciona que más de 50mil personas lo eligieron capitán general para independizar México. Esta carta simboliza el inicio de la lucha: la voz del cura Hidalgo enfrentando al poder virreinal representado por el intendente Riaño, quien no reconoció su causa ni su autoridad.

Otra correspondencia nos muestra el tono que adquirió la lucha un año después, entre septiembre y octubre de 1811, entra en el escenario el obispo poblano Manuel Ignacio Campillo quien le escribe a Ignacio Rayón y a José María Morelos por iniciativa del gobierno virreinal un texto titulado “Manifiesto”, en el cual intentó abrir negociaciones con los dos insurgentes, buscando convencerlos de abandonar las armas y aceptar el indulto, por supuesto, Morelos lo rechaza.

Por último, después de la muerte de Morelos, se encuentra el desenlace de este movimiento insurgente entre 1820 y 1821: el intercambio de ideas entre Vicente Guerrero y Agustín de Iturbide. En sus palabras, Guerrero mencionó que “nuestra única divisa es independencia y libertad o muerte”. Si bien no estaba convencido de unirse a Agustín de Iturbide ya que desconfiaba de él, al final, los unió la misma causa cuyo diálogo epistolar es fundamental en esta primera transformación, pues dio origen al Plan de Iguala. De esta forma, el papel, la tinta y las palabras sellaron la consumación de la Independencia en 1821.

Estas cartas de esta primera etapa nos muestran que la libertad se escribió primero en los epistolarios, antes de concretarse la independencia.

La segunda transformación: La Reforma.

Las cartas de esta sala reflejan los distintos proyectos de construcción de la nación mexicana en el siglo XIX

Desde agosto de 1855 con el triunfo de la Revolución de Ayutla y tras la caída del último periodo de Antonio López de Santa Anna al frente del país, inició un periodo de profundos cambios en México. La época de la Reforma en México entre los años 1857 y 1867, fue un periodo dividido entre liberales y conservadores. Las cartas de esta sala reflejan los distintos proyectos de construcción de la nación mexicana en el siglo XIX.

La primera carta expuesta refleja una voz conservadora: la del padre Francisco Arias y Cárdenas, quien en 1858 escribió que no quería interferir en asuntos políticos, pero le parecía inadmisible que la Iglesia perdiera fieles. En estas líneas se refleja el temor de la pérdida del orden tradicional frente a las Leyes de Reforma, que buscaban separar a la Iglesia del Estado. Por otro lado, las misivas liberales entre Benito Juárez e Ignacio Comonfort, así como los avisos de María de Jesús Seguín a Ignacio Zaragoza, defienden la República y la soberanía nacional frente a la intervención extranjera.

Al finalizar la guerra de reforma en realidad no vino la paz, el país quedó profundamente dividido y la facción que abogaba por el restablecimiento de una Monarquía Mexicana trajo como resultado una breve invasión francesa que inició en 1862. Después del fallecimiento de Benito Juárez en 1872, Porfirio Díaz asumió la presidencia y se perpetuó en el poder, lo que trajo como consecuencia la falta de apertura política y el estallido de la Revolución Mexicana en 1910.

La tercera transformación: la Revolución Mexicana.

Este movimiento fue apoyado por diversos sectores oprimidos, por ello se cataloga a esta Revolución como “popular”

En las cartas de esta sala, el pueblo escribe, discute y se levanta con la intención de transformar las estructuras gubernamentales que no permitían a la población obtener mejores condiciones de vida. Este movimiento fue apoyado por diversos sectores oprimidos, por ello se cataloga a esta Revolución como “popular”. En una de las primeras misivas se encuentra Ricardo Flores Magón, un intelectual y revolucionario que señaló constantemente los abusos del régimen porfiriano en sus periódicos titulados “El Hijo del Ahuizote” y “Regeneración”, acto que lo llevó junto con su hermano, Enrique Flores Magón, a ser encarcelados en la Ciudad de México, lugar en el que escribió en 1903 que el acto de aprehenderlos fue por parte de “una administración que por perpetuarse nos oprime y nos ultraja…” Con esas palabras comenzó la revolución de las ideas.

Posteriormente, en 1910, estalla el movimiento armado, aparece entonces una carta de Francisco I. Madero dirigida a su ejército libertador donde anuncia con esperanza “una marcha triunfal hasta llegar a la capital de la República…” Sin embargo, esa esperanza fue traicionada durante la Decena Trágica que enmarcó su asesinato. En la siguiente sección, titulada Constitucionalismo, las cartas entre Venustiano Carranza y Álvaro Obregón muestran el esfuerzo por consolidar un nuevo gobierno con el Plan de Guadalupe; el propósito era crear un nuevo ejército mejor equipado, cuyo éxito se debió a la comunicación constante y exitosa a través del telegrama.

Finalmente, se presentan las cartas entre Francisco Villa y Emiliano Zapata, caudillos que no se adhirieron al movimiento de Carranza y lo desconocían como “jefe de la nación”. A lo largo de este periodo, se vivió el intercambio de palabras entre Villa y Zapata que terminaron en la toma de la capital tras la rendición del ejército federal con la firma de los tratados de Teoloyucan en 1914.

Cada documento aquí expuesto es testimonio de la palabra escrita como acontecimiento histórico, de la pluma como símbolo de resistencia

Las misivas de las diferentes facciones que encabezaron los movimientos iniciados desde 1910, reflejan el espíritu de una revolución popular que no sólo buscaba mejores condiciones de vida, sino también tierra, libertad y dignidad. A lo largo de esta exposición se observa cómo las cartas, estos frágiles trozos de papel, influyeron en las tres grandes transformaciones de México. Fueron testigos silenciosos del pensamiento, la estrategia, la esperanza y el dolor de sus autores. Cada documento aquí expuesto es testimonio de la palabra escrita como acontecimiento histórico, de la pluma como símbolo de resistencia. Hoy, las conservamos no sólo como documentos, sino como voces vivas que nos recuerdan que la historia se escribe con palabras y se transforma con ideas.