Por los aires... un sueño largamente anhelado
“El alto vuelo sigo con mis manos:
honor del cielo, el pájaro atraviesa
la transparencia, sin manchar el día.
Cruza el oeste palpitando y sube
por cada grada hasta el desnudo azul
todo el cielo es su torre
y limpia el mundo con su movimiento.”
Pablo Neruda
El deseo de volar acompañó al ser humano por siglos enteros; y tuvo siempre como fuente de inspiración, el vuelo de las aves. Así lo confirma la mitología griega cuando Ícaro logró volar con sus alas hechas de plumas de ave y cera, pero se acercó tanto al sol que sus alas se derritieron, y murió en el mar. Al paso del tiempo, se realizaron diversos intentos para materializar el anhelo de volar. Es conocido que el gran artista e inventor italiano Leonardo da Vinci proyectó, en el siglo XVI, un planeador (aeroplano sin motor) inspirado en las alas de los murciélagos, y también el tornillo aéreo, precursor del helicóptero.
La historia consigna a los hermanos Wright, Orville y Wilbur, como los pioneros de la aviación mundial, al elevar su avión Flyer a lo largo de casi 40 metros con una duración de solo 12 segundos
En el siglo XIX la Revolución Industrial proporcionó herramientas propicias para pensar en volar de una forma más mecanizada. Aparecieron entonces los primeros planeadores, y los globos aerostáticos que se elevaban al cielo aunque no podían ser controlados hasta la invención de los llamados dirigibles. En este ámbito destacó don Joaquín de la Cantolla y Rico un mexicano, quien en 1863 reanudaba el servicio de sus vuelos aerostáticos, al poner en funciones un dirigible patrocinado por la empresa Aerostática Mexicana.1
La historia consigna a los hermanos Wright, Orville y Wilbur, como los pioneros de la aviación mundial, al elevar su avión Flyer a lo largo de casi 40 metros con una duración de solo 12 segundos, el 17 de diciembre de 1903. Se reconocía así al primer vuelo de un aparato más pesado que el aire, accionado por un motor. Su aeroplano fue patentado hasta 1908.
Alberto Braniff Ricard, reconocido deportista y miembro de la aristocracia porfiriana, realizó en 1910 el primer vuelo en México y Latinoamérica. Un año antes aprendió a conducir aviones en Francia donde compró un avión modelo Voisin serie 13 cuyo costo ascendía a poco más de 25 mil pesos, que mandó desarmado y empaquetado a Veracruz en el buque La Navarré. Thomas Braniff, padre de Alberto, llegó a México en 1865 para construir la vía férrea México-Veracruz. Los Braniff poseían los terrenos (llanos) de la hacienda de Balbuena, ubicada al oriente del Centro Histórico de la Ciudad de México. Alberto decidió realizar sus primeros intentos de vuelo en ese sitio por sus condiciones ideales, que al paso del tiempo alojaría al actual Aeropuerto Internacional Benito Juárez de la Ciudad de México.
Fue el 8 de enero de 1910 cuando Alberto logró elevar su Voisin provocando una gran nube de polvo en su arranque, ante la presencia escasa de público y de un solo periodista del diario “The Mexican Herald” en cuyo artículo del día siguiente relató la hazaña: “Voló derecho una distancia de 500 metros y luego se elevó graciosamente a una altura de veintiséis pies, descendiendo de nuevo, corriendo por cerca de doscientos metros y luego volvió a elevarse como un pájaro hasta más o menos la altura anterior. Luego aterrizó y se acercó al hangar donde los escasos presentes le tributaron un entusiasta aplauso… 2
Joaquín de la Cantolla invitó a Alberto Braniff, pioneros de la aviación en México, a realizar un recorrido en globo aerostático. Partieron del paseo de la Reforma, a la altura de la estación Colonia del ferrocarril (hoy Monumento a la Madre), y se dirigieron hacia lo que es actualmente la avenida Cuauhtémoc atravesando el panteón francés de la Piedad; alcanzaron una altura de no menos de dos mil metros y aterrizaron en un baldío cercano al antiguo pueblo de Tlalpan.
A solo poco más de una centuria de años de su nacimiento, la aviación está convertida en el más eficaz y seguro medio de transporte a nivel mundial.