Viajar en la época colonial
Aunque buena parte de la red de caminos que conocemos hoy en día se remonta a la época colonial, sus orígenes se pueden rastrear en el México Antiguo. Las brechas y senderos por las que transitaban los pueblos indígenas fueron retomados por los colonizadores para conectar la capital virreinal con el puerto de Veracruz. Desde 1530, los habitantes de estas nuevas tierras pronto se dieron a la tarea de reconstruir ese camino para agilizar el tránsito, introducir carretas y sustituir a los cargadores indígenas (o tamemes).
Si bien la ruta México-Veracruz fue el primer camino en forma que permitió a la Nueva España comunicarse con el Imperio Español, las características geográficas del territorio y su extensión –más de 4 millones de kilómetros cuadrados con zonas de altiplano, costas, sierras y penínsulas–, así como las actividades económicas de la colonia y del comercio exterior con la metrópoli, condicionaron la construcción de nuevas rutas. Otro factor fue la concentración poblacional en el centro del territorio que privilegió las comunicaciones en esta zona, aunado a la urgencia de contar con un tráfico terrestre eficiente que funcionara como una especie de arteria comercial, tomando como punto de partida la Ciudad de México.
La ruta México-Veracruz fue el primer camino en forma que permitió a la Nueva España comunicarse con el Imperio Español
La capital virreinal también se comunicaba con el puerto de Acapulco, formando un eje interoceánico entre este último y el de Veracruz, quizá la ruta más atractiva desde el punto de vista económico. El camino real facilitó el comercio entre Oriente y el Imperio Español, gracias a que en el puerto de Acapulco cada año atracaban el Galeón de Manila y la Nao de China desde los que se desembarcaba porcelana, marfiles o seda, a cambio de la plata novohispana. Los productos orientales eran llevados a la capital y de ahí al puerto de Veracruz con destino a la metrópoli, embarcando también artículos y materias primas producidas en la colonia.
Otros caminos reales de importancia fueron el que vinculó a México con Puebla, mismo que llegaba hasta Guatemala pasando por Oaxaca. De igual forma, con el descubrimiento y explotación de la plata después de 1550, se construyó la ruta que conectó a los centros mineros con la capital virreinal, la cual fue diseñada para que pudieran transitar carretas pesadas que trasladaran el metal, herramientas, azogue y otros insumos importantes para la minería, permitiendo la expansión de la frontera en el norte del territorio y conectando a ciudades como Guanajuato, Zacatecas, Chihuahua y Santa Fe con la capital virreinal. Además, a partir de esta ruta principal se construyeron ramificaciones hacia Valladolid, Guadalajara, San Luis Potosí y Monterrey.
No obstante, estos caminos no estaban exentos de problemas y su estado de conservación no siempre fue el mejor, lo que provocaba que, en ocasiones, fueran intransitables para carretas o recuas de mulas, debido a los obstáculos naturales como cauces de ríos, barrancas y pendientes, o al descuido y abandono en que se encontraban. Las malas condiciones convertían el tránsito por estas arterias en verdaderos periplos que podían tomar días enteros y que obligaban a emplear una variedad de tipos de transporte, desde mulas hasta pequeñas barcazas.
La capital virreinal también se comunicaba con el puerto de Acapulco, formando un eje interoceánico entre este último y el de Veracruz, quizá la ruta más atractiva desde el punto de vista económico
Debido a estas dificultades, el transporte de carga durante la época colonial fue muy complicado pues durante los primeros años se careció de mulas o caballos suficientes, por lo que se empleó al tameme para cargar las mercancías. Más tarde, se introdujo la carreta y los carros de ruedas metálicas tirados por mulas conducidos por arrieros. En cuanto al transporte de pasajeros, se sabe con precisión –gracias a los relatos del barón Alejandro Von Humboldt– que se viajaba en carruaje, litera o transporte a lomo. Como hasta ahora, estos traslados contaban con escalas y el tiempo de viaje dependía de la distancia del destino. Un recorrido de México a Guadalajara utilizando un vehículo con cuatro lugares disponibles, tomaba alrededor de 12 días e incluía 11 paradas en ciudades como Querétaro, Celaya o Zapotlanejo. Viajar era un lujo ya que además de ser costoso debían contemplarse los gastos para dormir en cualquier posada y, en el caso de la ruta que conducía a las minas en el norte, también debía considerarse la inseguridad. Estos problemas no fueron exclusivos de la Nueva España ni de la época colonial, pues como se observa en otros lugares y en otros momentos de la historia, las limitaciones son parecidas.