Filiberto Arteaga Palacio, medio siglo de vida laboral en la SCT

Filiberto Arteaga Palacio, medio siglo de vida laboral en la SCT

Don Filiberto nació en la comunidad de Quetzalapa, municipio de Jacala, Hidalgo en 1944. Fueron sus padres don Hipólito Arteaga Acosta y doña Leónides Palacio López, originarios del mismo lugar. Llegó a la ciudad de México en 1965 y cuatro años más tarde ingresó a la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, donde se desempeñó de manera eficiente en diversos puestos y áreas. En 2019 cumple 50 fructíferos años de trabajo.

Un joven Filiberto trabajando duro en su oficina.
Un joven Filiberto trabajando duro en su oficina.

JUVENTUD RESPONSABLE

El primer recuerdo del contador Arteaga se refiere a su niñez en la comunidad: “Quetzalapa está como a 35 km de Jacala, en esa época había muchos árboles y sembradíos que pertenecían a unas haciendas de por ahí; dos o tres hacendados eran los dueños de todo ese lugar. Mi papá trabajaba con los hacendados y posteriormente se hicieron las gestiones para que el gobierno les otorgara un ejido que se llama Quetzalapa, entonces hubo 55 ejidatarios entre ellos mi papa. Él tuvo 11 hijos de los cuales fallecieron dos, actualmente vivimos nueve entre hermanos y hermanas, unos en México y otros en Estados Unidos.”

“A mi  papá le gustaba la agricultura, él sembraba maíz, frijol, caña de azúcar; atendía la huerta de chiles y la huerta de jitomates, era una persona muy trabajadora. Al amanecer ya estaba en las parcelas, que eran de riego…le llevaban allá la comida, y regresaba a la casa hasta que anochecía. Cuando sembraba caña de azúcar, cuando hacía la molienda que es en enero y febrero, me decía ‘ayúdame acá’, yo lloraba porque me ponía a trabajar en lugar de ir a la escuela. Ni modo, había que salir adelante trabajando con mi papá. También me acuerdo que él cosechaba de 15 a 20 cargas de piloncillo y las llevaba a vender al municipio  a lomo de mulas, o en los burritos, así regresaba con recursos económicos.”

Ahora don Filiberto nos habla de su mamá, doña Leónides: “Mi mamacita se casó a los quince años; entonces se las ‘robaban’, pero mi papá sí la pidió y se la dieron. Cuando las van a pedir les llevan cortadicho, es como una despensa para el suegro…un obsequio para la futura familia; y se juntaron porque no había iglesia ahí, no había casi nada, como eran tierras del hacendado. El dueño les dio permiso para que hicieran una casita de vara de caña de azúcar, doblaban las varas y las iban tejiendo. Cuando tuve mi primer trabajo, le llevaba la despensa a mi mamacita cada mes.”

Mi mamacita se casó a los quince años; entonces se las ‘robaban’, pero mi papá sí la pidió y se la dieron

Doña Leónides Palacio, mamá de FIliberto.
Doña Leónides Palacio, mamá de FIliberto.

En la comunidad de Quetzalapa solo se realizaban actividades agrícolas, no obstante la población iba incrementándose. Los jóvenes cuando terminaban la secundaria se iban al norte para trabajar y mantener a sus familias. La educación primaria se daba en algunos locales construidos de mezcla cubiertos con lámina, gracias a los campesinos; en la escuela de Quetzalapa se enseñaba hasta el tercer grado.

Para quien quería seguir en los estudios tenía que hacerlo por su cuenta, “en mi caso fue así” comenta don Filiberto. “Mi papa murió en 1960, y me dejó al frente de la familia; dos de mis hermanos de quince años ya se habían casado, mi papá les dio media hectárea a cada uno para su sustento. Me quedé a los quince años sin papá y me hice responsable de mis demás hermanos. A esa edad me puse a trabajar en lo que fuera… en una tienda o con los demás campesinos que atendían los servicios de los que tenían necesidad de ello.”

Las mal pasadas de hambre que sufrió don Filiberto le causaron úlceras, detectadas en la única clínica del municipio de Jacala donde estuvo internado una semana. Al no poder curarle esa enfermedad, los doctores le recomendaron buscar en otros hospitales por sus propios medios. Fue así que una amistad de su papá lo llevó a la ciudad de México en enero de 1965. Don Filiberto recuerda muy bien esos días: “El 2 de enero fuimos al Hospital General  a sacar cita, los médicos no me dejaron salir ese día porque mi enfermedad ya estaba avanzada; todo lo que yo comía lo devolvía, estuve de enero a marzo internado. Los médicos me dijeron ‘te vamos a operar porque si te regresas así al lugar donde tú vives - a ocho o nueve horas de trayecto caminando o con alguna bestia todo la mañana- te puede resultar muy peligroso’.”

Filiberto planeando su futuro.
Filiberto planeando su futuro.

EL PRIMER TRABAJO

Después de ser operado, don Filiberto se quedó a vivir con una conocida que resultó pariente lejana. La inquietud de salir de su comunidad para hallar mejores opciones de vida, lo impulsó a buscar en ese pariente, el apoyo necesario para encontrar trabajo. “Ella era portera de un edificio, y tenía muchos conocidos, entonces me colocó en una tortillería, recogiendo las tortillas, ese fue mi primer trabajo en la ciudad a los 21 años de edad. También recuerdo que conocí ahí a otras primas que estudiaban de seis a nueve de la noche; yo las acompañaba a estudiar y terminé el cuarto, quinto y sexto año de primaria, así, trabajaba y estudiaba a la vez.”

También recuerdo que conocí ahí a otras primas que estudiaban de seis a nueve de la noche; yo las acompañaba a estudiar y terminé el cuarto, quinto y sexto año de primaria, así, trabajaba y estudiaba a la vez

“La satisfacción como persona es tener trabajo… Tener trabajo siempre es una satisfacción.”
“La satisfacción como persona es tener trabajo… Tener trabajo siempre es una satisfacción.”

Gratos recuerdos de esa primera experiencia laboral nos comparte el contador Arteaga: “La tortillería estaba en la colonia Narvarte, y la dueña me pagaba seis pesos a la semana, me proporcionaba el desayuno y la comida; la obligación que yo adquiría por esas ventajas me daba la posibilidad de quedarme en la misma tortillería, ahí pasaba la noche. A las seis de la mañana me levantaba y trabajaba hasta las cuatro o cinco de la tarde.”

CAMINO A LA SCOP… TRABAJOS PREVIOS

Pronto, don Filiberto se encontraría con amigos que sabía que estaban ya en la ciudad desde antes que él, trabajando como meseros o torteros. En sus animadas pláticas relataban en dónde trabajaban y cuánto ganaban; algunos pedían ayuda para tratar de cambiar de trabajo. Esa fue la oportunidad que tuvo para entrar a trabajar a una panadería con vinatería, y después a una fábrica de radios y sinfonolas.

Credencial otorgada por la SOP (Secretaría de Obras Públicas).
Credencial otorgada por la SOP (Secretaría de Obras Públicas).

“estando yo ahí, conocí a un señor que había trabajado con alguien que laboraba en la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, en la Dirección General de Aeropuertos en el edificio que estaba en Xola y Avenida Universidad”

Su trabajo en la vinatería fue del tipo administrativo, recuerda el contador Arteaga, “ahí realicé funciones administrativas, desde ir a pagar, llevar documentación a las áreas administrativas donde hacen los pedidos; pero también el aseo de los refrigeradores, del local… ahí mismo me enseñaron a hacer gelatinas chiquitas y grandotas adornadas con fruta. Tuve contrato por un año, de enero a diciembre pero… hasta ahí llegue y volví a la búsqueda de un trabajo mejor, allí yo gané el primer salario mínimo de 21 pesos.” La siguiente oportunidad laboral la tuvo en una fábrica de radios y sinfonolas ganando el salario mínimo también y con las mismas funciones de su empleo anterior, siendo la diferencia tener la seguridad social. No le duró mucho el gusto pues debido a un reajuste de personal, permaneció ahí solo un año. Sin embargo, fue en ese empleo cuando surgió la posibilidad de encontrar, ahora sí, un mejor trabajo: “estando yo ahí, conocí a un señor que había trabajado con alguien que laboraba en la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, en la Dirección General de Aeropuertos en el edificio que estaba en Xola y Avenida Universidad. Al terminar el reajuste de personal me acordé de él y le pregunté si esa persona seguía trabajando en la SCOP y me dijo ‘sí, ve a verlo.’”

LA SCOP LUGAR DE MÚLTIPLES POSIBILIDADES

Una semana después de su salida de la fábrica de radios y sinfonolas, don Filiberto se presentó en la SCOP con el que sería su primer jefe dentro de este sector del gobierno federal. En un principio no tenía nada que ofrecerle salvo la oportunidad de trabajar para un contratista que atendía las obras aeroportuarias. Don Filiberto recuerda ese momento: “Llegó el contratista, me llamó y dijo que le hacía falta un auxiliar para mensajería, y me llevó a su empresa donde laboré todo un año.”

Octubre de 1969 fue la fecha cuando el contador Arteaga adquirió una plaza de la SCOP mediante la firma de su respectivo contrato que hasta la fecha ha seguido vigente. “Ingresé con el contador y jefe de departamento y me dijo ‘aquí me hace falta un auxiliar administrativo que me haga todo lo de los trámites, que vaya a entregar los oficios y también vas a hacer mi despacho, yo lo quiero limpio’, aunque había servicio de limpieza con trabajadores que pertenecían en ese tiempo a la Secretaría.”

DIRECCIÓN GENERAL DE AEROPUERTOS

Ingresé con el contador y jefe de departamento y me dijo ‘aquí me hace falta un auxiliar administrativo que me haga todo lo de los trámites

De 1969 a 1988 don Filiberto laboró en la Dirección General de Aeropuertos: “Trabajé en las oficinas y me fueron dando oportunidad de subir primero como mensajero, ya estando ahí dentro, uno va conociendo lo que hacen los demás y les preguntaba ¿qué se necesita para tener otro nivel o actividad? y me decían ‘dos cosas: trabajar y que el jefe te dé la oportunidad de cambiarte a esa otra actividad, y así fue. Uno tenía que hablar, decir que quería un incentivo y un mejor puesto.”

“Trabajé en estas oficinas (Dirección General de Aeropuertos) y me fueron dando oportunidad de subir, primero como mensajero…”
“Trabajé en estas oficinas (Dirección General de Aeropuertos) y me fueron dando oportunidad de subir, primero como mensajero…”

“En ese entonces había una estructura de puro director general, el de Aeropuertos y de allí el segundo escalón era el de Jefe de Departamento, había un área de oficinas; luego una mesa de trabajo; mesa de sección, de mensajero. Me dieron trabajo de calculista y de apoyo a las residencias oficiales. Esta dirección de Aeropuertos tenía residencias en Cancún, Acapulco Ciudad Victoria y Matamoros. Para entonces ya tenía la secundaria porque yo seguí estudiando y trabajando, terminé la primaria, la secundaria, la vocacional en el Politécnico y la carrera de Contador.”

“De calculista pasé a ser Jefe de Sección de Apoyo a las Residencias que tenía Aeropuertos en los estados. Enseguida fui Jefe de Sección a Estimaciones, donde verificábamos las estimaciones de obra, que es el documento donde el contratista refleja su trabajo en la obra. En ese entonces llegaban las estimaciones acá a las oficinas centrales y las revisaba, veía yo lo que hizo el contratista  con el presupuesto porque de ahí sacan las estimaciones y hay que hacer el cálculo para ver si está bien, porque muchos se equivocan  al hacer los cálculos, pero a su favor, por eso le llaman revisión de estimaciones, por eso también les llaman calculistas, cuando las cuentas salen hay que pagarle al contratista, que los dos o tres millones, en fin así era”.

Para entonces ya tenía la secundaria  porque yo seguí estudiando y trabajando, terminé la secundaria, la vocacional en el Politécnico y la carrera de Contador

Don Filiberto se desarrolló de 1985 a 1988 en otras áreas de la Secretaría: Oficina de Contratos y Estimaciones, y la Oficina de Contratos de Obra. En el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, desapareció la Dirección General de Aeropuertos cuyas funciones pasaron al organismo Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA). “Entonces entregamos los archivos a ASA, y al personal lo reubicaron donde pudieran recibirlo, yo me fui a la Dirección General de Recursos Financieros en 1989, estuve un año trabajando lo de las partidas presupuestales, y el control del presupuesto lo que ahorita es la DGPOP (Dirección General de Programación, Organización y Presupuesto); en esta dependencia existe un área donde llevan el control de las partidas presupuestales.”

“Acá en Jurídico donde estoy ahora conocí a una abogada que se apellida Soto, yo siempre defendía la posición de Aeropuertos donde estaba yo trabajando. El Lic. Enrique Cervantes siempre reconoció mi actitud de defender mi trabajo, y cuando yo estaba en la DGPOP me mandó llamar con su secretaria, que si no quería colaborar con él y le dije ‘cómo no, con gusto’, porque le habían dado la responsabilidad de hacer el programa de las carreteras concesionadas. Ahí entré para controlar el presupuesto en la Oficina de Liquidaciones, la tenía un abogado quien renunció a los dos meses, entonces me dieron la oportunidad de coordinar esa oficina, y controlar el pago de las indemnizaciones”.

“Recuerdo que se avanzó mucho con las expropiaciones, hubo un año que hicimos 600 expropiaciones, otro año 450, en ese momento yo tenía bajo mi mando a 26 o 28 personas, tenía un mensajero que diario llevaba cheques al INDABIN donde hacen los avalúos, y diario también recogía avalúos.”

Don Filiberto sólo hacía trabajo de oficina. Las brigadas que trabajaban las expropiaciones estaban formadas por un ingeniero, su secretaria, el topógrafo, el chofer, cuatro o cinco gentes máximo. El topógrafo levantaba las medidas y liberaba el derecho de vía. Contaba con 10 o 12 brigadas en la República, las cuales le mandaban la documentación de pago a su Oficina de Liquidaciones donde verificaba que las operaciones estuvieran de acuerdo con la normatividad.

La anécdota laboral que más recuerda el contador Arteaga se refiere a una orden dada por el Secretario de Comunicaciones y Transportes: “El Jurídico tenía que entregarle cuentas al secretario, y yo tenía el control del presupuesto para 12 carreteras concesionadas, entonces me llamó la directora del área para pedirme información sobre cuánto pagamos, qué pagamos, cómo y cuándo, y me dijo ‘necesito en media hora que me digas el saldo que hay a la fecha de dos o tres carreteras, la quiere el secretario en media hora’, yo le dije ‘abogada tengo que arrastrar el lápiz, no me da tiempo en esa media hora ni aunque tuviera computadora, en ese entonces no había computadoras. Esa tarea me llevaba más tiempo porque tenía que hacer los cálculos en la calculadora. Le repetí: ‘en media hora no, si quiere le presento mi renuncia, no se la puedo hacer en media hora, porque es imposible’ y lo comprendió.”

Don Filiberto ha organizado en su Oficina de Liquidaciones -de manera perfecta y admirable-  2,240 expedientes decretados y 691 en trámite con la SEDATU, que van de 1950 a la fecha  y corresponden al pago de derecho de vía. En su carácter de formador de personal siempre ha encontrado la manera de ayudar a todos, inclusive a los directores de área que lo buscan para consultarle un dato; “yo les ayudo con mucho gusto, es mi trabajo y me están pagando por ello.”

La SCT ha sido parte del aprendizaje del contador Arteaga, “pero lo que aprendí en el Politécnico lo aplique aquí, en todo hay que llevar cuenta y razón de lo que hacemos; y los controles son muy eficientes siempre y cuando se actualicen, de otra forma damos información no adecuada.”

FILOSOFÍA LABORAL

“Mi trabajo es honorable, con lo que gano de sueldo con mi trabajo con eso vivo, soy feliz, estoy feliz aquí. A veces no nos apoyan, no nos promueven y ahora que voy a cumplir 50 años de trabajo en la SCT vamos a ver cómo se presenta la situación, y a lo mejor nos retiramos en esa fecha.

En el trabajo yo le decía a la gente que llegué a tener a mi cargo: ”defiendan su trabajo, trabajando

“Me dieron trabajo de calculista y de apoyo a las residencias oficiales. Esta dirección de Aeropuertos tenía residencias en Cancún, Acapulco, Ciudad Victoria y Matamoros.”
“Me dieron trabajo de calculista y de apoyo a las residencias oficiales. Esta dirección de Aeropuertos tenía residencias en Cancún, Acapulco, Ciudad Victoria y Matamoros.”

BLANCO Y NEGRO

Para don Filiberto lo más difícil de su trayectoria laboral ha sido en cierto modo el estudio, aunque señala “en realidad no es difícil si uno se dedica a estudiar, en toda mi etapa de estudiante me encontraba con algunos compañeros que se sentaban hasta atrás y no le hacían caso al maestro, yo siempre me sentaba adelante y ponía atención al cien por ciento. Yo trabajaba y estudiaba, y no podía dedicarle más tiempo a la escuela. En el trabajo yo le decía a la gente que llegué a tener a mi cargo: ‘defiendan su trabajo, trabajando’”.

50 años de vida productiva celebra Don Filiberto en 2019.
50 años de vida productiva celebra Don Filiberto en 2019.

En contraste, lo más satisfactorio para el contador Arteaga es tener trabajo. “La satisfacción como persona es tener trabajo y sigo insistiendo, el trabajo es bueno porque ahorita en la actualidad hay personas con títulos y con maestrías y no tienen trabajo de lo que estudiaron. Tener trabajo siempre es una satisfacción.”

 

Portada: Centro SCOP (Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas), 1954. SCT.