Nellie Campobello, nacida con Cartucho en mano
YO (fragmento)
Dicen que soy
brusca
Que no sé
lo que digo
Porque vine
de allá
Ellos dicen
que de la montaña
oscura
Yo sé que vine
de una claridad
Nellie Campobello
Al abrir el siglo XX, México se propuso ser un país civilizado y en progreso. Para lograrlo, el gobierno federal encomendó a su entonces joven Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas (SCOP), crear y expandir un sistema moderno de vías de comunicación que permitiera la integración económica de la nación. Por ello, la Secretaría buscó acceder a las inversiones y a los avances tecnológicos que le ayudaran a incidir en “la revolución de las infraestructuras”, en la que el ferrocarril, se erigía como el principal medio de transporte.
Abocada a cubrir de “caminos de fierro” todo el país, la SCOP logró construir y extender rutas que, al término de la primera década del siglo pasado, beneficiaron y comunicaron al norte de nuestro territorio con el centro de la República, pero, especialmente, con el sur de los Estados Unidos. Este patrimonio vial, se vio severamente afectado, -al igual que toda la nación-, con el estallido revolucionario de 1910, pues durante los años de guerra, el sistema nacional de ferrocarriles se vio sometido a la misma violencia y estragos que el pueblo mexicano. La infraestructura ferroviaria (vías, puentes, estaciones, material rodante, etcétera) y, el personal (maquinistas, fogoneros y garroteros, entre otros), quedaron entonces, en medio del enfrentamiento de los distintos grupos en lucha, ya que maderistas, constitucionalistas, zapatistas, villistas, obregonistas y fuerzas del ejército federal, se disputaron a sangre y fuego, el control de las principales rutas para avanzar y tener éxito en las diferentes regiones de batalla.
Incendios, voladuras de trenes, destrucción de durmientes, levantamiento de vías, colocación y explosión de bombas; confiscación de locomotoras y “leva” de operarios para trasladar armamento y tropas, fueron hechos que formaron parte de la vida cotidiana de generaciones que, como la de la escritora y bailarina Nellie Campobello, padecieron desde la infancia, la ruptura de la comunicación, de la movilidad, del intercambio económico, social y cultural debido al colapso de los ferrocarriles nacionales.
LA MEMORIA COMO VOCACIÓN
Aprendió “las primeras letras” de su madre y una tía en Parral, Chihuahua
Nellie Campobello, cuyo nombre real fue Francisca Ernestina Moya Luna, nació el 7 de noviembre de 1900 en Villa de Ocampo, municipio ubicado en la sierra norte de Durango.1 La cercanía geográfica con el estado de Chihuahua convenció a su familia de trasladarse a Parral, lugar en donde la pequeña Nellie aprendió “las primeras letras de manos de mamá” y de una tía que le enseñaron a escribir.
Después de vivir en los EU, se trasladó a la capital con sus hermanos en 1923
Hacia 1919, su familia se estableció en la capital de Chihuahua donde radicaron por tres años. Ante la muerte de la madre y, después de una corta estancia en Laredo, Texas, Estados Unidos, Nellie y sus seis hermanos (tres mujeres y tres hombres), se trasladaron a la Ciudad de México en 1923, lugar donde junto con su hermana Gloria, asistió a la Escuela Inglesa con el propósito de “tomar clases de baile como ejercicio y deporte.”
Esta actividad artística llevaría poco después a las hermanas, a integrarse a un grupo de chicas, cuyas presentaciones ante las colonias estadounidense e inglesa, les ganarían en 1917, el reconocimiento de los periódicos que destacaban “la gracia y el talento de dos bellas promesas del arte coreográfico” en México.
UNA REVOLUCIÓN Y DOS PASIONES CREATIVAS
Recuperó mediante la literatura, la violencia y los estragos de la Revolución
La vocación literaria de Nellie Campobello precedió en el tiempo a su pasión por la danza, pues en los primeros años de la década de 1920 se entregó a la recuperación de los apuntes escritos a los 10 años de edad, cuando siendo una niña, presenció la violencia y los estragos de la lucha revolucionaria en el norte del país.
“Latente la inquietud de mi espíritu, amante de la verdad y de la justicia, me vi en la necesidad de escribir”
Convencida de que ya no podía postergar esa “latente inquietud de su espíritu”, se vio en la necesidad de escribir para relatar lo que su memoria registró como feroces enfrentamientos entre las tropas villistas y carrancistas; frecuentes asaltos a la ciudad, numerosos fusilamientos, el eco de las balas disparadas, el traslado de heridos a bordo de trenes militares, la improvisación de hospitales; la sangre, el fuego, el hambre y la guerra.
En sus principales obras rescató la figura de las madres valientes y generosas
Estos hechos, vistos por la mirada infantil de Nellie Campobello darían vida a Cartucho, colección de cuentos publicada en 1931, así como a su reconocida novela Las manos de mamá (1937), en cuyas páginas rescató la figura materna, representación de todas las madres valientes, decididas y generosas que, pese a las más dramáticas circunstancias, con su bondad y ternura fueron capaces de “hacer olvidar los odios y las penas, para vislumbrar una vida sin los desastres y las torturas de la Revolución.”
La necesidad de narrar la experiencia histórica dejada por la lucha armada, hizo que Nellie Campobello escribiera y publicara en 1940, los Apuntes sobre la vida militar de Francisco Villa, obra en la que, según sus propias palabras, se propuso dar cuenta de “las andanzas del guerrero, de sus hazañas en los campos de batalla y de su vida de soldado.”
Fue la primera escritora en interesarse histórica y literariamente, en Pancho Villa
Basada en el archivo personal de Pancho Villa, en los testimonios de Austreberta Rentería de Villa (su viuda), en conversaciones con algunos de Los Dorados (José Nieto, Ismael Máynez y Pedro Dávila) y, en recorridos por los escenarios de la Revolución en el Norte de México, Campobello se acercó, mediante la historia, a lo que definió “como los hechos de armas en la vida de un guerrero, la única que vivió Francisco Villa, pues en “la verdad de sus batallas, estaba la verdad de su vida.”
En la pieza de ballet 30-30, Nellie encarnó a la Revolución
Atenazada por ideas como la libertad y la justicia, Nellie Campobello tuvo en la Revolución Mexicana el gran tema de su literatura y también el de su danza, pues hacia el sexenio de Lázaro Cárdenas (1934-1940), el presidente le encomendó representar este acontecimiento histórico en una coreografía llamada 30-30, pieza creada por ella desde 1931, en la que varios niños simbolizaron al pueblo mexicano y, Nellie, a la Revolución.
La trayectoria dancística de Nellie Campobello incluyó su ingreso al Departamento de Bellas Artes (1930) y la fundación de la Escuela Nacional de Danza (1932), donde forjó una nueva concepción sobre el aprendizaje de las danzas tradicionales y los bailes regionales, los cuales la llevarían a escribir en coautoría con su hermana Gloria, Ritmos Indígenas de México (1940), obra en el que sintetizaron “la experiencia de la coreografía nacional.”
Inserta en la vida cultural de México durante la etapa de la reconstrucción revolucionaria y del nacionalismo mexicano, Nellie Campobello se desarrolló en un entorno dominado por hombres que ella misma calificó de “geniales e ilustres”, como José Juan Tablada, Ermilio Abreu Gómez, Germán List Arzubide, Martín Luis Guzmán, Gerardo Murillo (Dr. Atl) y José Clemente Orozco, entre otros.
Mediante sus “palabras” defendió las ideas de dignidad y justicia para el pueblo mexicano
Lejos de sentirse intimidada por el mundo cultural e intelectual de signo masculino, Nellie reconoció que fue, precisamente, esa talla intelectual y artística la que le permitió “sostenerse en la permanencia de las palabras” y en la defensa de la dignidad y la justicia para el pueblo. De ahí que, decidiera contar uno de los periodos más complejos en la historia del país, a manera de una contribución a la memoria histórica de los mexicanos que, al igual que ella, experimentaron y sobrevivieron la violencia y las rudezas de la guerra.
Fundadora en 1943, del Ballet de la Ciudad de México, la escritora, poeta, bailarina y coreógrafa Nellie Campobello, despareció durante 12 años víctima de un secuestro y experimentó una trágica historia hasta el día de su muerte, ocurrida en el poblado de Progreso, Hidalgo el 9 de julio de 1986.