JUANA CATALINA ROMERO
A lo lejos suena el silbato que anuncia la llegada del tren de Tehuantepec. Ahí viene el tren repleto de insumos diferentes para las comunidades de este Valle.

En algunos de sus vagones lleva ganado; en otros lleva frutas, verduras, maíz, hierbas medicinales, plantas y flores; y algunas veces también lleva textiles, hilos de seda, hilazas, huipiles, cerámica; objetos que disponen sus colores y sus luces muy cerca de las vías del tren para que las tehuanas, comiencen la vendimia el día de mercado que es el lunes en la bella Ciudad de Tehuantepec.
Una de las cosas que más nos sorprende al llegar a este valle, es ver que ese tren pasa a pocos metros de la puerta de entrada de una casona vieja porfiriana, con grandes ventanales y un jardín lleno de árboles cuyas ramas regalan a la casona una sombra que amaina el calor intenso del sol que cae a plomo en esta Ciudad.

Esta fue la casa de doña Juana Catalina Romero -Juana Cata- como solían llamarla
¿De quién es esa casona vieja que hoy quisiera ser un museo? ¿Quién vivía ahí? preguntamos a quienes van pasando.
Esta fue la casa de doña Juana Catalina Romero -Juana Cata- como solían llamarla, una mujer extraordinaria que nos dio orgullo de pertenencia. Una heroína que ayudó al presidente Benito Juárez aportando recursos para los liberales en la guerra de Reforma. Una mujer que fue nuestra benefactora.
La investigadora estadounidense Francine Chassen realizó una espléndida biografía basada en una investigación de archivos y de entrevistas durante más de 15 años. En esta biografía se expone un corpus amplio que nos lleva a entender cómo se construyen mitos frente a la realidad histórica.
La historia de Juana Catalina Romero se ha interpretado y difundido como una novela romántica. Se ha dicho que tuvo relaciones íntimas con don Porfirio Díaz. Se ha dicho también que creció en el entorno de una familia muy pobre, que era analfabeta y que solo hablaba zapoteco del Istmo.

Juana Cata fue una comerciante tenaz, muy inteligente, promotora de la educación
Cuentan los lugareños el mito de que siendo una niña sobrevivía vendiendo cigarros a los soldados que esperaban entrar en el cuartel del convento de Santo Domingo.
Se dice además que fue precisamente en el convento donde doña Juana conoció a Porfirio Díaz -que en ese entonces era soldado en los ejércitos liberales- y que en la guerra de Reforma ella actuó como espía y ahí dio comienzo una relación íntima con don Porfirio.
También se escucha la versión de que acumuló riqueza gracias al tráfico de azúcar y aguardiente que escondía en los vagones del ferrocarril transístmico cuando pasaba frente a su casa.
Lo cierto es que fuera del mito que fue creciendo de voz en voz no existe información verídica que lo documente.
El relato nos envuelve porque algo de cierto tuvo que haber sobre lo que se cuenta de la vida de esta mujer que nace en noviembre de 1837 hija de María Clara Egaña y Juan José Romero descendiente de una familia española y dedicado a las tareas del campo.
En el archivo parroquial del Sagrario de Santo Domingo en Tehuantepec, en el archivo General del Estado de Oaxaca e incluso en el archivo de Porfirio Díaz que guarda la Universidad Ibero Americana, aparecen documentos, cartas que prueban que Juana Cata fue una comerciante tenaz, muy inteligente, promotora de la educación, capaz de acumular una gran fortuna por su conocimiento del campo y de la tierra, y gracias a los cultivos de la caña de azúcar.
Sobre la vida y obra de esta mujer extraordinaria, se sabe que instaló una pequeña tienda en el centro de Tehuantepec llamada “La Istmeña”; que fue creciendo hasta convertirse en el único gran almacén de abasto y de enseres domésticos, así como ropa, artículos importados, abarrotes que se vendían en Tehuantepec y en las comunidades aledañas.

Poco a poco fue acumulando un capital que invirtió en hectáreas de tierra para sembrar sobre todo caña de azúcar. Su enorme inteligencia empresarial la llevó a participar en las convocatorias internacionales sobre la producción de azúcar, tema que en aquellos años era de primera importancia. Podemos decir que fue la primera gran empresaria de México; recibió varias condecoraciones por la próspera industria azucarera fundada por ella a mediados del siglo XIX. Recibió el reconocimiento internacional en la Louisiana Purchase Exposition de 1904 con una medalla de plata por la calidad de su azúcar; y más tarde con la medalla de oro en el marco de la Great Exhibition of the Works of Industry of all Nations en 1908, también recibió reconocimientos por parte de la United Fruit Company, siendo la primera mujer mexicana en recibir reconocimiento internacional por una gran industria que ella sola logró forjar.1
Viajó varias veces a Estados Unidos y a Europa. De estos viajes trajo ideas nuevas y productos distintos para la vida cotidiana de su pueblo.

fundo una escuela para niñas y otra para varones en Tehuantepec bajo el nombre del jesuita italiano “San Luis Gonzaga”
Impuso una moda nueva para la vestimenta y los adornos de las mujeres tehuanas y juchitecas y pidió a bordadoras de la región que copiaran las flores grandes de los mantones de Manila y las bordaran en los hermosos huipiles de lujo que portaban las mujeres en las velas tehuanas.
Cuando ya era muy rica, fundo una escuela para niñas y otra para varones en Tehuantepec bajo el nombre del jesuita italiano “San Luis Gonzaga” de quien era devota por la piedad que este santo mostró al pedir limosna para los enfermos a quienes ayudaba con alimentos y atención médica.
Asimismo, financió económicamente a las autoridades de su tierra para embellecer las calles de la Villa de Tehuantepec.


Juana Catalina Romero es un ejemplo más de la fortaleza de una mujer que abrió horizontes
Ahí está su enorme chalé afrancesado junto a las vías del tren, que hoy es museo y aunque muy descuidado, guarda fotografías, espejos, figuras de santos, piezas de cerámica, muebles antiguos, algunos sobres, con sus timbres de principios de siglo, cartas manuscritas, sueños perdidos en la historia del ferrocarril.
Juana Catalina Romero es un ejemplo más de la fortaleza de una mujer que abrió horizontes, que luchó por los derechos de las mujeres de finales del siglo XIX y principios de XX; que tuvo una destacada participación política al lado de don Benito Juárez y su gesta liberal.
En el entorno de una época patriarcal en que la mujer estaba destinada a procrear una familia, a las labores domésticas, a obedecer y callar; la voz de Juana Cata Romero fue escuchada con respeto y cariño, siempre luchando a favor de la justicia, por la libertad y por un mundo donde exista la equidad para todos como un derecho humano inalienable.