De salteador de caminos a revolucionario
Nacido en San Juan del Río, Durango en 1878, Francisco Villa creció en una familia de campesinos medieros acasillados en La Coyotada, hacienda donde trabajó como peón desde su niñez hasta su adolescencia.
Desde niño, Villa vivió las fatigas del campo y los abusos de los hacendados
Hijo de los señores Agustín Arango y Micaela Arámbula, aparceros del rancho propiedad de la familia López Negrete, Pancho Villa enfrentó tempranamente, las fatigas del cultivo de la tierra, así como los abusos de los dueños y patrones de las haciendas que, gracias al esfuerzo de los cientos de campesinos a su servicio, se erigían prósperas y productivas.
Consideradas durante el Porfiriato como “unidades esenciales para el progreso del campo mexicano”, las haciendas alcanzaron en este periodo grandes extensiones de tierra, cuyo propósito fue trabajarlas intensivamente para la producción agrícola a gran escala, por lo que, latifundistas y funcionarios del régimen implementaron “un modelo de servidumbre”, organizado en funciones y jerarquías que garantizaran la obediencia, el sometimiento y la explotación laboral.1
Por herir al patrón de la hacienda donde trabajaba, Doroteo se dio a la fuga
De esa época, -según recuerdos de Francisco Villa-, data “la tragedia de su vida”, cuando en la Hacienda de Cogojito, perteneciente a la municipalidad de Canatlán, estado de Durango,2 se dedicaba a la siembra y a quitar la yerba. Responsable del sustento familiar tras la muerte de su padre, el joven Doroteo vivió ahí con su madre y sus cuatro hermanos: Antonio, Hipólito, Martina y Mariana hasta el día en que hirió de tres balazos al patrón Agustín López Negrete por pretender llevarse a su hermana Martina y lastimar “la honra de su familia.”
Con 16 años de edad, Doroteo Arango Arámbula (su verdadero nombre), escapó a la sierra que, desde septiembre de 1894, se convirtió en su casa y refugio debido a la persecución de la policía rural, autoridad encargada de vigilar los caminos y cuidar de asaltos a los distintos pueblos y haciendas.
“De todos los distritos -rememoraba Villa-, me recomendaron para que me aprendieran vivo o muerto. Me pasaba yendo de la Sierra de La Silla a la Sierra de Gamón, manteniéndome siempre con lo que la fortuna me ayudaba, que casi nunca era más que carne con sal, pues no me atrevía a llegar a ningún poblado, porque dondequiera me perseguían.”3
Se unió a una gavilla de forajidos de caminos
Viviendo a salto de mata durante un año (1894-1895), el joven Doroteo decidió unirse a una de las gavillas de bandoleros que operaban en la sierra duranguense. Pobre, analfabeta y, a partir de entonces, “salteador de caminos”, Francisco Villa4 comenzó una etapa de persecución y encarcelamientos que terminó hasta 1902, cuando fue reclutado por el ejército federal, a manera de “medida correctiva”.
CAMINOS DE DURANGO Y CHIHUAHUA, PALMO A PALMO
Como fugitivo recorrió los caminos, senderos, brechas y llanuras duranguenses
Adoptando una vida que lo obligó a recorrer caminos, senderos, brechas y llanuras del centro y norte de Durango, Francisco Villa tuvo que trasladarse al estado de Chihuahua para evadir a las autoridades policiacas y militares empeñadas en capturarlo y enviarlo a la Penitenciaría de Lecumberri, en la Ciudad de México.
A finales del siglo XIX, el norte de México tenía un escaso desarrollo en caminos
Región con escaso desarrollo en materia de caminos, desde la Nueva España y, a lo largo de todo el periodo Independiente, el olvidado norte de México se convirtió para Pancho Villa, en un espacio donde realizar “actividades” como el robo de ganado, la crianza de caballos; peón, gallero y transportista de metales preciosos extraídos de las minas de la zona, particularmente, oro y plata que eran trasladados a las principales estaciones del ferrocarril con destino a los EUA.5
Sin imaginar que aquella vida, le granjearía amistades y compadrazgos entre los rancheros locales, Francisco Villa fue animado en 1910 a hacer la revolución contra la dictadura de Porfirio Díaz a la cabeza de una partida de hombres armados, cuyo objetivo sería fundar colonias militares.
Ese momento, en el que “se lanzó a pelear en beneficio de los pobres” quedó guardado en los recuerdos de Villa de la siguiente manera:
“Yo peregrinaba sin descanso [yendo] de Chihuahua a San Andrés, y de allí a Ciénega de Ortiz, para encaminarnos a San Andrés de nuevo, y para andar otra vez nuestro camino de Chihuahua. Viéndome siempre perseguido, manteniéndome siempre oculto, desconfiaba de todos los hombres y de todas las cosas. [Ahí] tuve mis primeras pláticas con don Abraham González, oí su voz invitándome a la Revolución que debíamos hacer en beneficio de los derechos del pueblo, ultrajados por la tiranía y por los ricos. Ahí entendí el pleito que desde años atrás había yo entablado con todos los que explotaban a los pobres, contra los que nos perseguían y nos deshonraban. [Comprendí] que podía servir para algo bueno en beneficio de los perseguidos y humillados como yo, y no sólo para andar echando balazos en defensa de la vida y la libertad.”6
Con 32 años de edad, Pancho Villa se unió a las filas de la Revolución
Con amplia experiencia como jinete y conocedor de las sierras, parajes y caminos del sur y occidente de Chihuahua, así como los del centro y norte de Durango, Villa se unió a la bola a los 32 años de edad, logrando en poco tiempo, victorias fundamentales para el triunfo final de la Revolución mexicana.