“Oficio de palabras”, Rosario Castellanos
-¿Por qué y para qué escribe?
-Pero, señor, es obvio. Porque alguien
cuando yo era pequeña)
dijo que gente como yo, no existe.
Escribo porque yo, un día adolescente,
me incliné ante un espejo y no había nadie.
Y, luego, ya madura, descubrí
que la palabra tiene una virtud:
si es exacta es letal…
Entrevista de prensa (fragmentos), 1972.
Rosario Castellanos Figueroa nació el 25 de mayo de 1925, en el Distrito Federal. Sus padres Adriana Figueroa y César Castellanos decidieron regresar a Chiapas, su tierra natal, rehuyendo del complejo horizonte social y político que anunciaba la guerra cristera. Su propósito fue establecerse en el municipio de Comitán de las Flores 1 para administrar sus haciendas productoras de azúcar y café.
En sus primeras obras contó “las vicisitudes de los indios y las tropelías de los blancos”
La pequeña Rosario creció entre indígenas chamulas, tzeltales y zinantecos, cuya desigualdad forjó en ella una conciencia social y moral en defensa de los derechos de los pueblos indígenas de Chiapas. Al paso de su niñez y adolescencia, esta realidad terminaría por convertirse en la materia central de sus primeros poemas y trabajos literarios que dan testimonio de “las vicisitudes de los indios y las tropelías de los blancos”.
Obras de la talla de Balún Canán (1957), Ciudad real (1960) y Oficio de tinieblas (1962) narran ese entorno marcado por la brutalidad y la dominación: “[…] salgo triste por lo que acabo de saber. Mi padre despide a los indios con un ademán y se queda recostado en la hamaca, leyendo. Ahora lo miro por primera vez. Es el que manda, el que posee. Y no puedo soportar su rostro…”2
Su nana Rufina le transmitió la importancia de la historia y la memoria
El tiempo vivido por Rosario en la fría tierra de Comitán, estuvo acompañado por la presencia de su nana Rufina, una mujer indígena que le ayudó a comprender la importancia de la historia y la memoria, pues le contaba en lengua tzeltal relatos sobre cómo había sido “esa parte del mundo antes de la llegada de los blancos…, cuando la miel de la guanábana era blanca y espesa, la semilla del zapote, aceitosa y, el jugo de la palmera rezumaba lento por su tronco herido.”3
Aquella imagen del paraíso perdido en contraste con la explotación y violencia impuestas por los colonizadores durante siglos en una de las regiones más remotas del territorio mexicano, sembró en Rosario Castellanos uno de los temas que no abandonaría a lo largo de su trayectoria literaria, pues en numerosos poemas, relatos y novelas dio cuenta de “los fragmentos de mil dioses antiguos derribados, sus bocas destruidas, sus templos en ruinas y el corazón de espinas de sus antepasados sepultado en la traición y el olvido.”4
Vivió en carne propia el lugar asignado a las mujeres en el seno familiar
Los días y los años en Chiapas, le revelaron a Rosario Castellanos la jerarquización del poder y las diferencias entre las clases sociales, al tiempo que experimentó en carne propia, el lugar asignado a las mujeres dentro del seno familiar: “Estábamos descansando en el comedor, mi hermano de siete años, mi mamá y yo, cuando entró despavorida una [de sus amigas] y dijo que acababa de aparecérsele un espíritu que le avisó que uno de sus hijos iba a morir. Entonces mi madre se levantó como resorte y gritó: ‘Pero no el varón, ¿verdad?”5
En palabras de Rosario, aquel día y con 8 años de edad, descubrió que se encontraba en la misma condición que todas las otras mujeres: “Solas solteras, solas casadas. Solas madres. Solas en un pueblo que no mantenía contacto con los demás. Solas, soportando unas costumbres rígidas. […] Esto me hizo sentir solidaria con las demás en algo abstracto que no me hería ni trastornaba como más tarde iban a herirme el amor y la convivencia.”6
“QUIERO ANTE TODO ESCRIBIR Y CUMPLIR CON LA VOCACIÓN QUE TENGO”
Su vocación fue “rescatar las cosas del naufragio del tiempo, el olvido y la muerte”
Amante de la soledad, los libros y el pensamiento, Rosario Castellanos cultivó un mundo interior que en 1945, la determinó a trasladarse a la capital del país para estudiar en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde asistió escasas semanas a la Facultad de Derecho, pues se convenció de que era mejor estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras por ser la institución donde podría cumplir con su vocación más íntima: “rescatar a las cosas del naufragio que es el tiempo, el olvido y la muerte, para dotarlas de una especie de eternidad”.7
Se entregó a pensar sobre “el ser de la mujer y su lugar en la cultura”
En esa etapa de formación académica, Rosario vislumbró el poder de la palabra escrita y el de la reflexión, pues desde su perspectiva, la literatura y la filosofía eran “disciplinas conectadas por un puente que nadie debía temer cruzar”. Cautivada por formularse preguntas esenciales, comenzó a pensar sobre “el ser de la mujer y su lugar en la cultura” develando el tema fundamental de toda su obra filosófica, literaria y periodística.
El 23 de junio de 1950, con la tesis Sobre cultura femenina, Rosario se graduó como maestra en filosofía, lo cual le permitió obtener una beca del Instituto de Cultura Hispánica para realizar estudios de posgrado en estética y estilística en la Universidad de Madrid. Entregada entonces a la meditación del problema de la condición femenina y las restricciones que limitaban su desarrollo en la sociedad contemporánea, Rosario Castellanos volvió a México en 1952 convencida de que la educación era el camino que llevaría a la realización e igualdad intelectual y espiritual de ambos sexos.
EL COMPROMISO DEL ESCRITOR, “UNA SOLEDAD EN LLAMAS”
Mediante obras de teatro guiñol mostró a los indígenas que “eran personas humanas y que México era su patria”
Una vez en el país, Rosario viajó a Tuxtla Gutiérrez con la encomienda de dirigir el Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas para “hacer triunfar la inteligencia sobre las supersticiones y la civilización sobre la barbarie”, a través de una campaña de alfabetización entre las comunidades tzeltal y tzotzil del estado: “nos urgía comunicar avisos útiles, recetas elementales para que la miseria les resultara menos agobiante y la ignorancia menos total. Era preciso decirles todo: que eran personas humanas, que su patria era México […], que el hambre no constituía un estado natural…”8
La SCT comunicó en las representaciones teatrales que necesitaba “brazos para abrir caminos”
Bajo el nombre de Teatro Petul y con el apoyo de los Centros Coordinadores del Instituto Nacional Indigenista, Rosario comenzó a escribir cartillas informativas y guiones teatrales, cuyos temas cubrían las necesidades de las Secretarías de Educación, de Salud y la de Comunicaciones y Transportes: “los actores profesionales y los de la comunidad ensayan los textos que yo redacto siguiendo instrucciones de cada dependencia. La de Salubridad, por ejemplo, necesita informar sobre el tifo. La de Educación pone en práctica la Escuela Abierta. La de Comunicaciones avisa que le faltan brazos para abrir una brecha y construir caminos vecinales”.9
Convencida de que el compromiso del escritor consistía en que “la gente descubriera su libertad y pusiera en práctica sus potencias intelectuales”, Rosario Castellanos consolidó durante la década de los cincuenta, un prestigio creativo y literario que en los años sesenta la hicieron merecedora de los premios Xavier Villaurrutia y Sor Juana Inés de la Cruz. Este lugar en el medio intelectual y las letras mexicanas ganado por su defensa irrestricta de “los más oprimidos de los oprimidos” (indígenas y mujeres), le permitió ser designada en 1971 por el gobierno de México como embajadora de nuestro país en Israel.
Sin cumplir 50 años de edad, la “mujer de palabras que sabe latín” murió víctima de un accidente
En la recta final de su vida, Rosario Castellanos Figueroa se entregó al servicio diplomático, sus clases de literatura en la Universidad Hebrea de Jerusalén y a su columna del periódico Excélsior sin permanecer nunca ajena a los problemas que aquejaban a México y al mundo. Fue la mañana del 7 de agosto de 1974 cuando la “mujer de palabras que sabe latín” murió víctima de un accidente en Tel Aviv, Israel, a los 49 años de edad.